Esta es la historia de una porteña en Marruecos, que recibe una propuesta de matrimonio en Casablanca por parte de un senegales.

Si va a haber dos cosas que me tenga que replantear constantemente en este viaje van a ser la vestimenta y la comida.  Después de darle muchas vueltas, una vez en el aeropuerto de Sao Paulo, mientras hacia la escala, me decidí y cambie mi pantalón cargo por las calzas largas, si bien me dormí casi todo el viaje de Buenos Aires a Sao Paulo, la verdad es que no me imaginaba durmiendo cómoda las 9 horas de viaje que me restaban a Casablanca, así que mirando un poco la gente que estaba en el preembarque, opte por la comodidad y ni bien bajara del avión la idea era ponerme el cargo encima. No vaya a ser cosa que me reten ya antes de poner un pie en tierras musulmanas. 
Pero igual se ve que algo rompí, porque ni bien baje del avión, paso la mochila por el escáner y cuando la voy a agarrar, una oficial de policía me hace señas de que me detenga. No me estresa demasiado al ver que a otra turista que iba adelante mío también le hacen la misma seña. He pisado un par de aeropuertos y he pasado un par de controles, con detectores de metales y demás, pero debo reconocer que es la primera vez que me toca cacheo en un cuarto oscuro. Lo de cuarto oscuro es más bien porque es un box con una cortina tal cual eran los cuartos oscuros de las elecciones universitarias de la UBA. Claramente paso el chequeo, igual no tengo muy claro donde pensaban que podía llevar oculto lo que supusieran que llevaba, si en algún momento pensara en portar un arma, claramente la calza no sería la vestimenta en la cual pensaría camuflarla.
Ponele que me vieron cara de sospechosa, no vaya a ser cosa de que sea mal pensada y se me ocurra creer que solo a las mujeres las cachean. Igual con las ojeras que debía tener después de tantas horas de viaje, hasta yo me vería cara sospechosa. Evidentemente algo les daba sospechas, porque salgo del control de pasaporte y otro policía me pide el pasaporte. Ponele que sea Crosscheck.
Ultima escala: tren a Casablanca
Una vez pasados todos los controles, busco el tren para ir hasta Casablanca que está como a una hora de viaje. Solamente efectivo así que no me queda más chance que cambiar. El viaje en tren bastante monótono en cuanto a paisaje, y muy diferente a todo en cuanto a lo cultural. Si bien no es la primera vez que viajo a un país musulmán, nunca dejan de sorprenderme. 

Si bien había hecho todo el estudio de cómo ir de la estación de tren al hotel, la verdad es que la imagen del mapa que había sacado no era del todo clara. Así que tenía mis dudas. Intente preguntarle a un guarda pero su respuesta fue taxi. Como te explico que si no me tomo un taxi en Buenos Aires, y mientras me den las dos patitas y no sea una zona peligrosa, voy a seguir pateando o a lo sumo yendo en bondi.  Hice un par de intentos más y no logre mucha más respuesta más que saber para qué lado de la estación tenía que salir, lo cual no era moco de pavo. Así ni terca ni perezosa me fui con mi valijita y mi mochila rumbo al hotel. A un par de metros de ahí había una oficina de policía turística, cuya respuesta también fue: taxi. Está muy bien que incentiven el trabajo local, pero tampoco es tan lejos el hotel como para que se justifique tomar un taxi. Así que sigo caminando intentando encontrar la calle del hotel, y pregunto un par de veces más, y otras se ve que me ven con cara de perdida que me preguntan si necesito ayuda. Cómo ya había leído bastante de la amabilidad de los marroquíes que por cualquier cosa te quieren sacar unos Dirham, tampoco insistía tanto. En una de esas vueltas me vuelvo a cruzar a un senegalés que me había dado indicaciones antes y me pregunta si lo encontré, le digo que no y se pone las pilas y pregunta a un par de personas que hay por ahí por la calle. Le agradezco y si bien intento seguir por mi cuenta, me acompaña un par de cuadras.

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Una porteña en casablanca, con propuesta de matrimonio senegales</h2>

Porteña desconfiada mi mente iba a mil por hora, pero como en la zona por la que íbamos había movimiento, y tampoco es que se pusiera muy jede, desestime el instinto de salir corriendo. Un par de cuadras más allá seguimos sin encontrar la calle del hotel y mientras tanto me saca charla. Ni lerda ni perezosa no por interés en él, sino en el intento de que no me saque más información el, intento preguntarle yo a él. Me dice que se llama Simón y que vino a vivir hace un año a Marruecos. Y se ve que no le gustó mucho que le pregunte, o le gusto demasiado que me pregunta si no quiero un marido negro. CHAN! Ni dos horas en el continente africano y ya con una propuesta de matrimonio. Chicas, ya saben cuándo estén hartas de que no hay hombres que se quieran comprometer, ya saben dónde tienen que ir.